jueves, 30 de septiembre de 2010

Subjetivamente firme u objetivamente flexible: Todo acto tiene consecuencia

Y cuenta la historia que allá por la época del imperio romano, existía un río cuyo nombre era Rubicón.
Aquel río servía como frontera natural entre las Galias y el invertebrado imperio romano, al norte de éste.

Cruzarlo, era un más que merecido "casus belli" -motivo de guerra- por lo que era respetado con celo en sus escasos kilómetros de longitud.

Pero una noche de enero, cuarenta y nueve años antes del nacimiento de un judío llamado Jesús , Julio Cesar ordenó a sus tropas cruzar el río. Éstas, no dudaron ni un segundo y exclamaron "O Cesar o NADA".

Julio Cesar quien es posiblemente el emperador romano más laureado y famoso gracias a sus logros políticos y militares, cruzó el río a grito de "alea iacta est" lo que podría traducirse como "la suerte esta echada". Esa oscura noche de enero, posiblemente tomó la decisión más difícil de su vida.

Julio Cesar comenzó una guerra civil traspasando el Rubicón, conquistó toda Italia y acabó haciendo lo que mejor sabía hacer, la guerra. En Hispania -concretamente cerca de Lerida-, en el valle del Ebro, consiguió rodear y sorprender a 70 mil enemigos y salir victorioso de una batalla que fue épica para la época, donde todos por aquel entonces pensaban que perdería la vida en Hispania.

Cinco años después fue asesinado frente al senado romano, a causa de veintitrés puñaladas y a día de hoy sabemos que sólo una hubiera bastado para hacerle perder la vida.

Hoy en día después de más de dos mil años de aquella fría noche de enero, aquella hazaña nos dejó el nombre de Rubicón para manifestar el punto de no retorno.
Porque tanto Julio Cesar, como nosotros, sabemos que si sobrepasamos la linea -el Rubicón- es más que presumible, encontrar un punto de no retorno.

Y todos sabemos dónde esta el Rubicón en nuestras vidas, y es por ello que sabemos qué gestos pueden desencadenar que sobrepasemos el límite, sabemos qué actitudes pueden hacer que propasemos la delgada linea, sabemos qué confidencias nos guardamos que con ningún género de dudas, nos situarían en el otro lado de la orilla del río Rubicón.

Es por ello que Julio Cesar asumió las consecuencias, que fue posiblemente lo más difícil; asumir que sobrepaso el punto de no retorno.



Escuchando: Enya - Boadicea