Y puede que fuera por mi joven edad o por mi inefable e infinita curiosidad que sin duda jugué con fuego varias veces y como era de esperar, me acabe quemando. ¡Y vaya si me quemé!
Después de aquella terrible y dolorosa anécdota, trate de experimentar con otras cosas curiosas para mí y no encontré nada hasta pasado tiempo, mucho tiempo y encontre el hielo.
¿Quién no ha jugado con hielo alguna vez?
Con el hielo podía jugar cuanto quisiera, que no me podía quemar. El único inconveniente, si es que verdaderamente lo era, se producía conforme iba pasando el tiempo, ya que se deshacía y como es evidente, mojaba todo lo que tocaba. Aún no sabía que no eran inconvenientes...
¿Entonces qué me hizo fijarme en el hielo?
Siempre he pensado que las decisiones, los cambios en general y en los vicios en particular, se pueden evaluar muy rápidamente si se responde con total sinceridad a dos preguntas muy simples:
-¿Qué ha cambiado mi vida con la decisión y/o cambio?
-¿Hubiera sido mejor no decidir y/o cambiar?
En las primeras impresiones, el fuego puede parecer más interesante, mucho más bonito y espectacular que el hielo... el hielo es frío, soso, incoloro e insaboro. Pero al hielo si se le aplica la temperatura correcta, de una manera correcta y con un tiempo más que prudente, se convierte en agua, y el agua es mucho más calida que el fuego, mucho más tranquila de contemplar y sobre todo, menos destructiva. ¿Quién no ha pasado horas contemplando el mar o algún río y se le ha pasado el tiempo volando?
Aún no sé qué hubiera hecho si no hubiera conocido al hielo, pero lo que sé, es que ya estaba bastante hastiado del mísero fuego.
Y es que son cinco letras, sólo cinco, que me encantan.
Escuchando: Alan Parsons - Don't answer me

Escuchando: Arctic Monkeys - Mardy Bum
