miércoles, 28 de enero de 2009

Me creí el mejor porque sabía que no era el peor.

Las personas pueden ser buenas, malas o ni siendo buenas ni malas, realizar actos buenos y malos. La persona que es mala, no puede experimentar sentimientos buenos, porque entonces ya no sería malo sino lo contrario.

Aquella persona que ni es buena ni mala, sino que actúa indistintamente de una u otra forma, podrá sentir sentimientos bellos, pero no los más excelsos y bellos, ya que su naturaleza está en parte corrompida, en consecuencia limitada, por aquellos de sus actos que sean malos.
Por definición la que es buena, siempre actuará conforme a su forma de ser, siendo así, haciendo siempre el bien, siempre experimentará las más bellas sensaciones.

Por todos es sabido que los correctores, sanciones o castigos son del todo inútiles.
Los castigos suelen ser el método disuasorio para que el futuro castigado se lo piense dos veces –o más- en hacer tal o cual acción que el castigador cree que no debería hacer.

Pero el castigo persistente y sobre todo, si es desproporcionado, crea en el castigado una sensación de que haga lo que haga será castigado, de que no avanza. Creando una sensación equiparable a que haga lo que haga de igual forma será castigado, empeorando de ésta manera aún más su actitud con el castigador y su comportamiento.

He ahí, en la naturaleza del propio castigo, donde empieza la carencia de sentido y va creciendo exponencialmente en el transcurso del mismo.


Escuchando: Life On Mars - A Place In Time

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