domingo, 7 de marzo de 2010

Quantus tremor est futurus

Algo que vengo observando indirectamente desde hace mucho tiempo, es la manera o la forma en que las experiencias -malas, casi siempre- cambian a las personas en según qué situaciones.

Lo primero que saco en claro y creo que va a ser la máxima que me guie en los tiempos venideros, es que cualquier tipo de experiencia mala o negativa es tan mala o negativa como nosotros queramos que sea. Cuantificar cuanto de negativa es la experiencia es la diferencia, el primer paso, y además es, algo verdaderamente poderoso si queremos salir rápidamente del pozo. Otra cosa es que seamos de moral distraida y de valores de barra de bar y no seamos lo suficientemente diligentes para analizar con claridad lo que esta ocurriendo, cosa que suele suceder a menudo.

Lo segundo y lo único que me jode de todo esto, es que no debería escribir tanto... o quizás tan poco; todo depende de cómo se mire, sempre teniendo la máxima precaución de no quedar varado en el MALIGNO término medio. El término medio es tan inefable, incoherente e ineficiente en tantísimas cosas... que verdaderamente me da asco sólo intentar pensar en ello.



Escuchando: Samuel Barber - Adagio for strings

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